lunes, noviembre 17, 2014

Salón de belleza - Mario Bellatin



SINOPSIS EDITORIAL

Tras los cálidos elogios y la buena acogida del público cuando Salón de belleza apareció en Tusquets Editores México, en marzo de 1999, y con los derechos de traducción vendidos a Francia y Alemania, nos parece más que justificado darla a conocer también. Tras los cálidos elogios y la buena acogida del público cuando Salón de belleza apareció en Tusquets Editores México, en marzo de 1999, y con los derechos de traducción vendidos a Francia y Alemania, nos parece más que justificado darla a conocer también en España y el resto de Hispanoamérica. Bellatin es autor de cinco novelas cortas, Mujeres de sal (1986), Cánon perpetuo (1993), Efecto invernadero (1996), Damas chinas (1998) y Poeta ciego, también publicada por Tusquets México en 1998, que no por breves han incidido menos en el prometedor panorama de la literatura mexicana. Hoy goza de un prestigio que, con gran ironía y mucha naturalidad, él protege tras un vago halo de misterio. Una peste extraña fulmina paulatinamente a los habitantes de una gran ciudad. Rechazados por sus semejantes, algunos enfermos no tienen siquiera un lugar donde terminar sus días. Un peluquero, que hasta entonces ha regentado con grandes esfuerzos un célebre salón de belleza, decide dar refugio a los moribundos. Aficionado a los peces exóticos que en sus acuarios decoran el salón, el peluquero acaba convirtiendo su salón en un moridero medieval. ¿Qué mal diezma a los huéspedes del improvisado enfermero, carente al parecer de motivos filantrópicos? Con el tiempo ya sólo los peces multicolores serán testigos indiferentes de su dedicación, cercana a la santidad verdadera, sin paliativos natura.



SOBRE EL AUTOR

Mario Bellatin es un escritor peruano-mexicano nacido en 1960. A los 10 años escribió su primer libro inspirado en los perros. Es un escritor prolífico y de gran energía creativa. Su obra fue traducida a varios idiomas y es considerado uno de los escritores latinoamericanos más importantes. Estudió en la universidad de Lima Ciencias de la Comunicación y actualmente es director de la Escuela Dinámica de Escritores en la Ciudad de México. Ha obtenido varios premios y ha escrito entre otros: Mujeres de sal (1986), Condición de las flores (2008), Disecado (2011), Gallinas de madera (2013).

Ha dicho en entrevistas:
-Siempre escribo para saber quién soy
-Yo no tengo nada qué decir, sólo sé que quiero decir y para esto necesito crear formas narrativas
-Yo no sé si hago literatura, lo único concreto y real, lo único que sé es que yo me siento y escribo
-Es que yo no siento que mis libros me pertenezcan. Yo no sé de dónde vienen ni adónde van.
-La diferencia es que no se escribe como tú lees. Se escribe al revés. Yo no estoy escribiendo como tú lees. Ya hay mucho material, entonces es una desescritura. Con tanto material, lo que hago es ir recortando, quitando, quitando. (...)  Y lo único que me queda son hilos. Queda como una estructura en silencio ¿no? es como un gran silencio. Entonces eso tiene que estar marcado.
-Escribir para seguir escribiendo.




PRIMER PÁRRAFO

Hace algunos años mi interés por los acuarios me llevó a decorar mi salón de belleza con peces de distintos colores. Ahora que el salón se ha transformado en un Moridero, donde van a terminar sus días quienes no tienen donde hacerlo, me cuesta trabajo ver cómo poco a poco los peces han ido desapareciendo. Tal vez sea que el agua corriente está llegando con demasiado cloro o quizá que no tengo el tiempo suficiente para darles los cuidados que se merecen. Comencé criando Guppys Reales. Los de la tienda me aseguraron que se trataba de los peces más resistentes y por eso mismo los de más fácil crianza. En otras palabras eran los peces ideales para un principiante. Además tienen la particularidad de reproducirse rápidamente. Se trata de peces vivíparos, que no necesitan un motor de oxígeno para que los huevos se mantengan sin que el agua deba cambiarse todo el tiempo. La primera vez que puse en práctica mi afición no tuve demasiada suerte.






MI LECTURA

La novela trata de un hombre, el dueño de un salón de belleza en las afueras de una ciudad que posteriormente ha sido convertido en un lugar de exclusión de los enfermos, de una dolencia contagiosa que no se menciona, donde son abandonados o asisten para morir cuando ya no hay esperanza.


Lo que no tiene nada de divertido es la cantidad cada vez mayor de personas que han venido a morir al salón de belleza.

Ya no solamente amigos en cuyos cuerpos el mal está avanzado, sino que la mayoría son extraños que no tienen donde morir.


Durante la obra, aparece la fascinación del protagonista, el narrador, por la cría de peces. A través del comportamiento de los peces, logra aproximarse al comportamiento humano. Los peces acompañan la transformación y decadencia a través del proceso de agonía y de muerte.
La obra se inicia con la bella pero dura frase de Kawabata: "Cualquier clase de inhumanidad se convierte, con el tiempo, en humana". Esta frase nos adentra en la temática de la obra: el abandono de los enfermos, la exclusión y el señalamiento. El antiguo salón  funciona como un espacio cerrado, una clausura social. Me recordó a los leprosarios y a los geriátricos, ambos sitios de espera de la muerte, donde la esperanza ya no tiene cabida y donde la sociedad excluye para preservar, paradójicamente, la vida del afuera. Esos cuerpos ahí depositados, ya no sujetos sino tan solos cuerpos, están ya muertos, en un tiempo futuro sin futuro que se vuelve presente.  No valen las medicinas, los recursos, el esfuerzo. Así, un pensamiento tan práctico, tan inhumano, se transforma en pura humanidad.

Todos no son más que cuerpos en trance de desaparición.



Paradójicamente, el salón de belleza se transforma en sitio de muerte. De belleza no resta ni una pecera. La visión del protagonista es cruda, fría pero, en otros momentos, cobra una extrema lucidez para analizar el comportamiento de los demás y el propio. Él es directo, duro, sin metáforas ni lirismo, describe las cosas cómo las ve, con frialdad y hasta con objetivismo, incluso cuando narra su propio padecimiento y su incertidumbre ante la soledad.

Querían vivir a pesar de que no existía modo de atemperar sus males, a pesar de que el frío del invierno se colaba por las rendijas de las ventanas. A pesar de que era cada vez menor la ración de sopa que les servía.

         Por otro lado, él se hace responsable de aquellos que ya la sociedad rechaza, los deja en la puerta, los abandona. También están quienes asisten por sí mismos impulsados por el temor al rechazo y a la muerte en la soledad debajo de un puente o en la vía pública, ignorado, borrado. El protagonista no sale a buscarlos, ellos llegan a su puerta. ¿Qué más podría hacer? ¿Cerrar la puerta? ¿Dejarlos morir en la calle, bajo un puente?

Si me hubieran hecho ese pedido en otro momento, jamás habría permitido que mi salón de belleza se convirtiera en un Moridero.


A medida que leemos, la obra nos permite movernos en dos polos: la compasión y la crueldad. Al leer sentía que se me tambaleaba el pensamiento párrafo a párrafo. ¿Es cruel alargar el sufrimiento de quien va a morir sin esperanza? ¿Es justo que para que no sufran quienes siguen viviendo tenga que ser a costa de abandonar a quien muere? ¿No sucede con los enfermos terminales que dado la agonía y el hundimiento deseamos que no sufra más a costa de morirse ahí mismo? ¿No terminan siendo una carga para los parientes que luego se echan en cara que yo hago más, que vos hacés menos, como si el enfermo ya fuera un bulto sin volición que pesa y molesta? Durísimo, pero ¿cuánto se silencia? La voz del protagonista es eso, una voz que rompe el silencio del pacto social de invisibilidad.


Prolongando los sufrimientos con la apariencia de la bondad cristiana. Y lo peor, tratando a toda costa de demostrar lo sacrificada que era la vida cuando era ofrecida a los demás.

Aquí nadie está cumpliendo ningún sacerdocio. La labor obedece a un sentido más humano, más práctico y real.



         El libro me impactó por la forma de narrar un tema tan difícil pero sobre todo por lo mucho que dice en pocas páginas. La voz del narrador por momentos me hacía pensar que estaba ante un asesino serial o ante el ser más compasivo. Muchos de quienes llegan son aquellos abandonados que no tienen donde morir, porque las familias tienen miedo de contagiarse, porque los han arrojado a la calle y porque la única opción es morir debajo de un puente. Recordé los antiguos leprosarios, esos espacios de exclusión donde recaía todo el peso de la sociedad, el estado de concentración de los pecados, el castigo. Incluso el narrador se refiere al a enfermedad como “mal”. La enfermedad como castigo divino, quizás, la enfermedad como purga de la sociedad toda. El protagonista también podría mimetizarse con la imagen de los flagelantes itinerantes quienes iban de ciudad en ciudad expiando en sus propios cuerpos el pecado de los demás.


Y testigos hieráticos del mal, logran su salvación en esta misma exclusión y gracias a ella: con una extraña reversibilidad que se opone a la de los méritos y plegarias, son salvados por la mano que no les es tendida. El pecador que abandona al leproso en su puerta, le abre las puertas de la salvación. (Michel Foucault)


Los pobres, los vagabundos, los muchachos de correccional, y las “cabezas alienadas”, tomarán nuevamente el papel abandonado por el ladrón, y veremos qué salvación se espera de esta exclusión, tanto para aquellos que la sufren como para quienes los excluyen. Con un sentido completamente nuevo, y en una cultura muy distinta, las formas subsistirán, esencialmente esta forma considerable de separación rigurosa, que es exclusión social, pero reintegración espiritual. (Michel Foucault)




La enfermedad quizás sea el sida pero no se la nombra más. Tampoco tiene nombre el protagonista. Esta falta de nombre posibilita la generalidad de cualquier enfermedad, ya sea el sida u otra. Y él cobra un rostro anónimo, el de nadie y el de todos. Igual para los que llegan a morir. La ambivalencia persiste también en los sentimientos que me sucedieron mientras leía: el moridero como sitio de compasión y el  moridero como sitio de crueldad.
         Me fue inevitable pensar en la resignificación de la muerte. De la muerte como recapitulación de la vida, como momento de pacto con dios y de arrepentimiento hasta la muerte como proceso negado e invisibilizado como en el hoy, como se lee en el libro de Philippe Ariès, Morir en Occidente.   


Acabamos de ver cómo la sociedad moderna privó al hombre de su muerte y cómo sólo se la restituye sino la utiliza para perturbar a los vivos. Recíprocamente, prohíbe a los vivos que se muestren emocionados por la muerte de los otros, no les permite ni llorar a los difuntos ni demostrar extrañarlos.

Poco a poco, el interés o la piedad se desplazaron del moribundo a la familia y los sobrevivientes.




El moridero puede ser cualquier lugar. La sala de terapia intensiva es un moridero donde uno no puede entrar a ver a los parientes, donde se ocultan detrás de un muro, se los tapa para que no sean vistos e incluso podemos pensar que nosotros los hemos “dejado” allí, están allí con nuestro consentimiento, están allí para morir. Una sala de velorios también es la consecuencia de un moridero, de una muerte que pasa a ser tabú, muerte contaminante, en tensión con la vida, la gran destructora. Y está San La Muerte, la muerte en forma de santo a quien rezan para pedir una buena muerte. Una buena muerte es una muerte rápida. Hay miedo a la agonía, al sufrir, al no poder morir, al perdurar. “Por suerte ya se fue”, “por suerte ya no sufre”, y demás dichos que uno ha escuchado en los velorios. La muerte como la suspensión del sufrimiento, ya no un pacto con un dios, ya no es el momento de evaluar la vida; la muerte es una cuchillada compasiva.



MENSAJES

-Hay varias maneras de morir y el abandono también es muerte
-La invisibilidad de ciertos procesos para ocultar al resto de la sociedad constituido en un  en un acto entre liberatorio e irresponsable
-La esperanza a veces no alcanza
-Los “morideros” cambian el contenido pero siguen siendo morideros.
-No es más compasivo alargar el sufrimiento de un ser humano
-La soledad de los excluidos y rechazados, la soledad de los enfermos.







ALGUNAS CITAS MARCADAS

La mayoría eran mujeres viejas o acabadas por la vida. Sin embargo, debajo de aquellos cutis gastados era visible una larga agonía que se vestía de esperanza en cada una de las visitas.

Me sentía como aquellos peces invadidos por los hongos, a los cuales rehuían incluso sus naturales depredadores.

En más de una ocasión había realizado cierta prueba, donde quedaba claro cómo los peces atacados por los hongos se volvían sagrados e intocables.

Me gustaba el absurdo de la desaparición que se desarrollaba en los acuarios.

Tal vez en algún momento me sentí inmortal y no supe preparar el terreno para el futuro.


  
Seguiré leyendo la obra del autor porque me gustó muchísimo por su forma de narrar, por su estilo. Recomiendo esta obra para hacernos tambalear la conciencia.
  


BIBLIOGRAFÍA CITADA

-Philippe Ariès. (2007) Morir en Occidente. Adriana Hidalgo Editora
-Michel Foucault (1990) Historia de la locura en la época clásica. Fondo de Cultura Económica.



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